Muchos de los que me conocen hace tiempo se ríen de mí (con cariño) porque me dicen que estoy viviendo mi adolescencia tardía... y es muy probable que así sea. Hasta hace un par de años mi discurso era "me siento bien con el sistema, la estructura, me funciona así que por eso la sigo y vivo en ella" (probablemente no tan elaborado, pero es la idea). Era verdad, en cierto modo, hasta cierto punto. Toda mi vida estaba planeada por el sistema y me había movido bien dentro de todo, acatando normas, siguiendo caminos ya trazados, me sentía cómoda dentro de los límites, al menos en apariencia, porque al indagar en lo profundo, en el momento en el que detuve mi tiempo y empecé a observar cómo la vida me pasaba por delante, más que yo pasar por la vida, vi que realmente toda esa ilusión de sentir que estaba todo bien para mí, en verdad era lo era sólo eso, una ilusión.
Empecé a observar(me), en el sentido más profundo, al menos en el más profundo al que yo he llegado. Me sentí abandonada. Auto-abandonada. Y empecé a ver cómo todo se desarmarba a mi alrededor. Tal vez suena un poco aterrador, sin embargo agradecidamente puedo decir que ha sido un proceso hermoso. El despertar. Abrir los ojos, todos los ojos y los sentidos. Respirar la vida.
Me siento desarmada. Sé que vivo dentro de límites y estructuras en tanto vivimos en sociedad. Sin embargo me siento de algún modo fuera de todo aquello. Siento el mundo y la vida más míos que nunca. Y cada vez que abro un poco más el alma me siento más pertenecida (no sé si esa expresión existe, pero me cuesta un poco describir lo que vivo).
Debe sonar chistoso para unos y preocupante probablemente para varios, pero no sé quién soy. No sé lo que quiero ni dónde voy. Apenas percibo en qué estoy parada. Pero si sé que cada día encuentro más motivos para sentirme feliz.
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